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Este articulo ha sido escrito por Javier Tirapu Ustárroz, componente del Servicio de Rehabilitación Neurológica de la Clínica Ubarmin, Fundación Argibide. Elcano, Navarra(España); Alberto García Molina, miembro del Área de Rehabilitación Neuropsicosocial del Institut Universitari de Neurorehabilitació Guttmann-UAB. Badalona, Barcelona(España); P. Luna Lario, de la Unidad de Rehabilitación Neurológica de la Clínica Ubarmin. Fundación Argibide. Elcano, Navarra(España); A. Verdejo García, perteneciente al Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada(España); y Marcos Ríos Lago, miembro del Departamento de Psicología Básica II. UNED. Madrid (España).
Forma parte de la obra Neuropsicología de la corteza prefrontal y las funciones ejecutivas, cuyos autores son Javier Tirapu Ustárroz, Alberto García Molina, Marcos Ríos Lago y Alfredo Ardila Ardila(coord.). Publicada con Viguera Ediciones, Barcelona, 2012. Pretende ser el mayor compendio en lengua castellana sobre esta región cerebral y los procesos cognitivos ligados a ella; región cerebral tan mencionada, referida, estudiada y nombrada, pero, paradójicamente, en ocasiones, tan imprecisamente definida y acotada en cuanto a sus funciones.
La corteza prefrontal actúa como un director de orquesta y en ella se hallan las funciones del ser humano que más lo diferencian de otros seres vivos y que mejor reflejan su especificidad. Desde un punto de vista funcional puede afirmarse que en esta región cerebral se encuentran las funciones cognitivas más complejas y evolucionadas del ser humano. La inteligencia, la creatividad, la ejecución de actividades complejas, la toma de decisiones o el juicio ético y moral se relacionan con la corteza prefrontal. Uno de los procesos cognitivos que se ha relacionado con la corteza frontal son las denominadas funciones ejecutivas.
Las funciones ejecutivas se han definido en neuropsicología como los procesos que asocian ideas, movimientos y acciones y los orientan a la resolución de problemas. Este término, tal y como lo entendemos actualmente, es utilizado por primera vez por Muriel Lezak en su artículo ‘The Problem of Assessing Executive Functions’, publicado en 1982 en International Journal of Psychology [5].
La conducta inteligente es el resultado de los ensayos mentales que llevamos a cabo dentro de nuestra cabeza. Es la consecuencia de la capacidad para programar, regular, controlar y verificar nuestra conducta. Una conducta inteligente no es una conducta refleja, es una elaboración que obtiene un producto que sirve para resolver una situación. Los lóbulos frontales como estructura, y las funciones ejecutivas, como procesos asentados en dichas estructuras, generan acciones potenciales. Así el sistema puede simular situaciones y verificar si la solución elegida es apropiada para la exigencia del problema. Somos criaturas con un gran potencial para imaginar el futuro y las consecuencias de nuestra conducta sobre él. Las funciones ejecutivas emergen del encuentro entre el mundo externo –que nos propone situaciones que debemos resolver– y nuestro mundo interno –que imagina soluciones y resultados de esas posibles soluciones–. El encuentro de ambos mundos se produce en la corteza prefrontal.